¿A cuántas de ustedes no les ha pasado? No me culpen, no soy la única que después de casi tres años sin verlo y después de haber terminado mal, me siguió buscando y pues sí, aún había algo.
Habían pasado ya algunos meses sin que mi ex me buscara de nuevo, era como si por fin se hubiera esfumado de mi vida. Pero una tarde platicando con amigas acerca del amor y los hombres, él regresó a mi mente y como cumpliendo la Ley de la atracción, ese mismo día volvió a dar señales de vida. Su mensaje era simple, era un intento de invitación para quedar algún día. Me tomé mi tiempo para responderle.
Las últimas veces que me buscó solo era para tener sexo, pero a mí me daba miedo involucrar mis sentimientos y desencadenar una crisis. Ahora me sentía diferente, tenía algún tiempo sin acción y tomé la oportunidad.
Al día siguiente, contesté su mensaje y orienté la conversación hacia lo que ambos queríamos. Animándome y sin ninguna pena le dije que me sentía muy horny, el me confesó de inmediato que tenía ganas de recorrer mi cuerpo con besos y caricias, y me hizo recordar cómo me hacían sentir sus manos. En medio de ese sensual pensamiento le ofrecí que tuviéramos un rápido encuentro.
Recuerdo qué pensé: ‘Tiene que ser hoy mismo’ mientras la adrenalina por verlo después de tanto tiempo pasaba por mi cuerpo. En menos de lo que pudiera pensar más de dos veces, ya le había dado mi ubicación y la hora para vernos.
Me tuve que salir antes de la clase de inglés. Dije que me sentía mal para poder retirarme. Salí rápidamente convenciéndome de que había dicho la verdad.
Al salir de la escuela me mandó un mensaje anunciando su llegada. Venía en un auto blanco, nuevo, me subí y para mi sorpresa no me sentía nerviosa, era como regresar por un momento al pasado, como si nada hubiera pasado. Él lucía exactamente igual que como lo recordaba, lo vi escudriñar mi aspecto, se hizo un silencio, y lo más que pude hacer fue sonreír.
—¿Cómo estás?, me preguntó, haciendo énfasis en lo bien que lucía. Arrancó el coche y se dirigió hacía un hotel cercano.
Ambos intentamos seguir una conversación casual. Estuvimos platicando todo el camino, no parecía que habían pasado tres años desde la última vez. Al llegar al hotel la charla se iba volviendo más personal y eso me ponía nerviosa. Nuestras manos aún no se rozaban y nuestros cuerpos continuaban sin tocarse, era como si quisiéramos mantener un poco de prudencia dentro de todo ese clima de deseo.
Al subir a la habitación seguíamos platicando. No pude evitar detenerme a observar la comisura de sus labios, no sé cuánto tiempo lo hice pero creo que se dio cuenta del momento en que inconscientemente me mordí el labio, reprimiendo mi apetito por besarlo. Comenzó a acercarse con más confianza y se sentó a mi lado, cada vez más cerca. La tensión se volvió puramente sexual desde ese instante.
No sé cuanto tiempo pasó, ambos fingíamos hablar como sin nada, pero la realidad es que ahí había algo más.Nuestra química era un hecho. De pronto, un pensamiento me asaltó: quiero besarlo.
Sentí que no tenía por qué tener reservas, no era alguien desconocido, era mi ex novio, en realidad solo importaba ese momento. Sus besos se convirtieron en un arrebato de sensualidad, besaba más delicioso de lo que recordaba. Su lengua era suculenta. Mis manos querían volver a sentir su miembro que alcanzaba a sentir firme a través de la ropa. Pensé en lo rico que encajaría con mi vagina. Me volví casi adicta a su labio inferior, más grueso que el de arriba, y a su cuello. Él se acercó y me lamió el lóbulo de la oreja, me hizo temblar. Cerré los ojos y me dediqué a disfrutar de todo el placer que me daban su boca, su lengua y sus manos, que ahora se desplazaban sin recato por todo mi torso; sin saltarse ningún sitio. Me apretaba la cintura llevándome más cerca de él, luego con firmeza pasaba toda su palma sobre alguno de mis senos apretando con el pulgar mis pezones. Impulsivamente correspondí a toda esa sensual energía y me dio miedo ser yo quien comenzara a quitarse o quitarle las prendas, esperé a que él comenzara a desnudarme, me quitó el sostén y mis senos salieron al descubierto libres para ser absorbidos por su tibia boca. Con su lengua, jugó en círculos con mis pezones que para ese punto estaban totalmente erectos.
Poco a poco nuestros cuerpos en silencio y desnudos comenzaron un diálogo perfecto, era como si hubieran estado esperando a encontrarse. No hubo prisas, me besó completamente con empeño pero a la vez con delicadeza, me hacía disfrutar cada caricia de un modo extraordinario, me sentí deseada. Después de otro largo beso, pausado y húmedo, alejó ligeramente su rostro del mío y; mientras me miraba directo a los ojos. Se apresuró y abrió mis piernas, sentí su lengua penetrando mi vagina. La recorrió completa, desde mi clítoris en el norte, hasta mis labios en el sur. La mojó con esos labios que le pertenecían a alguien más, pero que en ese momento me hacían gemir como una loca,tras tantas lamidas, mis gemidos se volvieron alaridos de placer. Sentí cómo mi clítoris se hinchaba con cada roce, cómo lo apretaba intensamente con sus labios, su lengua saboreó mi vagina hasta que mi clítoris no pudo más y reventó en un orgasmo. Se levantó con la boca empapada y me prendió aún más. Me nalgueaba, apretaba mis bubis, jalaba mi cabello y yo no podía dejar de gemir.
Decidí tomar el control, su miembro se me antojaba mucho, humedecí mis labios y comencé a besarle la punta, su miembro alimentaba mi hambre pues estaba completamente tieso. Lo recorrí de arriba a abajo con la punta de la lengua, asegurándome de cubrirlo con mi saliva y recordando su sabor. Lo metí todo en mi boca, hasta que mis labios tocaron sus testículos y la punta rozó el inicio de mi garganta. Me ahogué un poco y volteé a ver su reacción exquisita tan llena de placer. En cuanto lo saqué de mi boca se incorporó, me tumbó en el colchón y sin pedir permiso me penetró de forma suave y deliciosa.Me perdía de placer. La sensación fue tan fuerte que llegué a sentir un ligero mareo de tanta excitación.
Era un experto controlando su modo de hacer el amor, me ayudó a tener un orgasmo lento y delicioso; él también retrasó el suyo, por momentos su pene salía de mi vagina y esperaba unos segundos antes de entrar. No quería venirse pronto, sino seguir penetrándome una y otra vez. En cuanto salía de mí, ya lo extrañaba, quería que siguiera embistiéndome sin descanso. Fue exquisito. “Creo que tenemos que meternos a la regadera”, me dijo. Fuimos hasta el baño, abrió la llave de la ducha y cuando estaba en su punto, entramos. Lo besé con fuerza debajo del chorro de agua y acaricié toda su espalda, besé sus brazos, hombros y pecho, poco a poco me puse de rodillas, apenas y podía respirar pero yo estaba donde debía. Su pene quedaba justo en mi cara, metí su pene en mi boca y de pronto, sentí algo caliente dentro de mi boca, sin pensarlo tragué su líquido.
Estaba exhausta. Cerramos la llave la de regadera y mientras nos secábamos, seguíamos platicando pero se hacía tarde para la realidad. Recogí todo, menos las culpas, la pena y la ‘antigua yo’. Por el momento no tengo intención de volver a verlo, con eso fue suficiente.
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