Subimos la temperatura con un relato erótico.
Su pelo estaba mojado y se negaba a abandonar su rostro, lo apartaba con mis dedos para besarla. La estrechaba contra mí y me guio hasta su centro cálido y húmedo. Deseaba entrar, bañarme en aquella hoguera de placeres y cuando lo hice vi como sus ojos se entornaban, su boca se abría y su pecho henchido parecía pedir más. Apretaba mis brazos con fuerza y se resbalaban sus pies al pisar el suelo de la bañera.
Me gustaba verla así. Tenía todo el tiempo del mundo para hacerla disfrutar, para oírla gemir. Apretaba sus muslos que querían escaparse y llegaba a su clítoris rodeándola por detrás con mi brazo. Su espalda contra la pared sin escapatoria parecía jugar a mi favor. Quería besarme y notaba su lengua en mi cuello. Baje poco a poco lamiendo su vientre y puso una de sus piernas sobre mi hombro. Me agarró del pelo mientras me indicaba cómo le gustaban mis movimientos.
Cada vez sus manos apretaban de forma más poderosa mi cabeza y al mirar hacia arriba vi un cuerpo perfectamente dibujado, contoneándose en un vaivén al son del placer que yo le daba. Parecía llegar al final, cerró los ojos con fuerza, apretó los dientes y se quedó inmóvil durante unos segundos para finalizar el acto con un breve temblor. Su sonrisa no se me olvidara jamás.