Cecilia es la ex vecina de Giovanni, vivía con su familia a dos casas de distancia y las familias de ambos hasta el día de hoy mantienen una gran relación de amistad, pero Cecilia junto a su familia se mudaron a otra casa que lograron comprar por medio de subsidios del gobierno.
Giovanni está en plena juventud y desde siempre ha tenido ganas de llevarse a la cama a esa mujer, pero eso no sale de sus fantasías, es imposible que un chico se vaya a la cama con una señora así como así, eso solo pasa en los relatos porno.
Ella es morena, con el rostro lleno de pecas, se nota ancha pero para él no es molestia unos cuantos kilos de carne demás, es más, hasta se puede decir que le gusta eso.
Pero lo que más le gusta él de Cecilia es su culo, es uno grande y firme, y siempre lo viste con buzos ajustados y calzas deportivas, por lo que tras cada visita él acaba con una erección, excitado y se masturba pensando en aquella mujer. Para sus adentro jura que algún día la hará suya.
La familia de Cecilia compró un terreno hacia el campo, el cual está en construcciones armando todo lo necesario para vivir, y para ello necesitan mano de obra. Giovanni no dudó en ofrecer sus servicios y partió a trabajar una semana completa. Él solo quería estar cerca de ella, de su cuerpo, su debilidad era la carne.
Al llegar estuvo ocupado varios días de la semana en armar la casa, tuberías, agua y todo lo necesario junto a otros trabajadores, la mayoría de la familia de ella.
Aconteció que, tras levantar parte de la casa notaron que iba a faltar mucho más que lo pensado, así que todos debían ir devuelta a la ciudad para comprar y juntar todo lo necesario, aparte de que otros debían volver a sus trabajos habituales hasta la otra semana.
Pero el campo no puede quedar solo, dijeron, y dado que la madre de Cecilia estaba en la ciudad pasando tiempo con sus nietos, ella se ofreció a quedarse. Giovanni sin quedarse en los laureles también se ofreció bajo la excusa de que los trabajos que quedaban eran mucho para una persona, y era mejor no estar solo en un lugar como este.
Nadie objetó, ni siquiera el hombre de Cecilia, quién había visto más de una vez como Gio le miraba el culo a su mujer pero jamás había dicho nada, o quizás no lo había notado aunque lo hiciera en sus narices.
La noche acaeció, y con ello el frío que en esos lugares si que le hace honor a su nombre, puesto que el viento se hace sentir y la temperatura baja muy rápido. Armaron una fogata y cocinaron bajo un techo de estrellas, repleto de ellas como solo se ve cuando te alejas de las grandes ciudades. Surgieron las preguntas triviales, por la familia, por los estudios, el trabajo, las novias.
Giovanni aprovechó de acotar a esta última pregunta y cíto “Las chicas de mi edad son aburridas, del mall a un cine, de discoteca en discoteca, de ropa en ropa. Yo busco una mujer de verdad, una que conozca la vida” Surgió una conversación placentera, de esas que da gusto porque conectas y dices lo que te guardas esperando ese momento.
Acordaron dormir en la misma carpa pues estaba demasiado frío. Apagaron la fogata y entraron en la carpa, bastante pequeña pero ayudaría a pasar la noche.
Se acostaron bastante juntos con el fin de darse calor, o al menos ese era uno de los fines. Inevitablemente el estar tan cerca de Cecilia, sentir su aroma tan cerca, rosar su pelo, su ropa, su piel, todo se combinaba en una fragancia que tenía con una erección en proceso a Giovanni.
Ella ayudaba más a la causa pues solo debajo con un buzo elasticado, muy delgado, que contornea su figura y que aunque Gio no lo pudiera ver en ese momento, si que lo vió cuando entró a la carpa y en eso pensaba cuando empezó a tocarse. Tuvo que sacar su pene de la ropa interior pues le apretaba demasiado, pero con la mala -o buena- suerte este salió disparado y chocó contra el culo de Cecilia.
Ella se acurrucó más para el lado de Gio, instintivamente para buscar más calor, con ello metiendo el pene en su culo, que aunque fuera por sobre el buzo, a Gio lo tenía más que encendido. Ella se dio cuenta y despertó.
-¿Que pasa? .-Preguntó Cecilia.
– Tengo una erección, vecina. Lo siento .-Respondió con franqueza Gio.
Cecilia prendió la luz de una linterna y se sentó pensativa.
– Te diría que te des vuelta pero nos dará frío .- decía ella mientras llovía suavemente.
– Lo siento, no lo puedo controlar con una mujer tan cerca. Ya sabe, la edad. .-decía él bastante nervioso.
– Las cosas que dices .-Cecilia se sentía halagada de provocar a un joven a su edad- Ya, ponte junto a mi, abrazándome, como haciendo “cucharita”, pero no te muevas.
– Esta bien .- respondió él.
Gio le hizo caso. Si estuviera solo en su cuarto diría que se la metía entera a la fuerza pero esto no era una de sus fantasías eróticas. Estaba realmente nervioso y obedeció.
Cecilia apagó la luz y ambos se acurrucaron para dormir. Pero la erección no se iba. Gio intentaba no moverse y Cecilia le pedía que se quedase quieto. Él no podía. Mientras la tenía abrazada le tomó las tetas.
-¿Que mierda se supone que estás haciendo? .-Gruño ella.
– Le agarro las tetas, vecina .-respondió Gio.
-Gio, esto no está bien. Tú lo sabes. Es pecado .-Cecilia era una fiel creyente cristiana, iba a la iglesia y llevaba a sus hijos. Gio hizo la primera comunión con sus hijos. También quería ir a la cama con su catequista.
-Soy un pecador, vecina .- Gio reconocía una verdad universal. -y usted también lo és. Dios sabe que lo somos, no podemos ser como él.
Le seguía acariciando las tetas y había empezado a mover la máquina de abajo, lentamente, por encima del elasticado buzo de color azul verdoso.
-Soy una mujer de fé, no puedo ser infiel, y tú eres un niño, podrías ser mi hijo .-replicaba.
-Pero no soy su hijo, vecina. Soy un pecador. Mi pecado es la carne, vecina, su carne, me vuelve loco .-Gio era joven pero sabía bastante. Convencía con su palabra.
Cecilia había empezado a moverse rítmicamente con Gio. La llovizna de afuera había dado paso al aguacero.
Gio le soltó las tetas y sacó los brazos cortando el abrazo. Le besó el cuello. Cecilia no lo recrimino esta vez. Siguió besando y moviéndose mientras Cecilia se movía con él.
-Para, ya, no puedo creer que hemos llegado a ésto. .- se bajó el buzo hasta dejar el culo a descubierto.
Tomó con firmeza el pene de Gio, quien quedó estático, y se lo puso en la hendidura del culo, apretandolo.
– Cierra los ojos y duérmete. Mañana hay que trabajar. .- sentenció la mujer que enloquecía al joven muchacho.
Gio se había resignado. Iba a dormirse, cuando notó que su pene estaba mojado y no precisamente por cuenta propia. Era Cecilia, estaba mojada, toda esa parte de su cuerpo estaba húmeda.
No pudo aguantar y se la metió de golpe. Cecilia despertó con un grito. El chico empezó a moverse frenéticamente y ella lo estaba disfrutando aunque haría todo por no admitirlo. Gio seguía con el mete y saca a toda fuerza, y estaba por venirse, era nuevo en esto y no sabía controlarse. Le empezó a hablar entre gemidos.
– ¡Ah! ¡Vecina eres maravillosa! ¡Oh! ¡Tu cuerpo, tu piel, tú! .- Estaba más allá de plutón en ese momento.
Estaba por venirse, y Cecilia lo sabía, todo se acabaría ahí y ya, a dormir, nadie tendría que saberlo, qué más daba si solo era un chico joven y mejor que experimente con una conocida antes de preñar a cualquier niña. Pero no. Lo detuvo.
-Soy una pecadora.- dijo. Y tú también lo eres, Dios sabe que lo somos. Dios sabe lo que quiero.
Se puso sobre un anonadado Gio y se sacó la blusa que cubría sus pechos. No llevaba sostén. Bajó y le besó el pecho, siguió por el cuello, pero no le besó los labios.
– En los labios no, vecino. Eso sería infidelidad .- Estaba desatada.
Agarró el pene de Gio y se lo puso en la entrada de la vagina. Esta goteaba. Se la metió y apenas entró un poco el joven muchacho empezó nuevamente un frenético mete y saca. Ella lo disfrutaba.
– ¡Oh que rico! ¡Dios quiere esto, Gio! ¡Ay no tán rápido mi niño que te vas a terminar!
Afuera el aguacero seguía sin amainar. Ellos dentro seguían sin parar.
Ahora Gio mostraba más resistencia. Cecilia le dijo que se concentre. Él obedeció.
-Así mi amor, dame fuerte y cuando lo sientas venir te calmas, después repites ¿Ya? .- Daba instrucciones al joven aprendiz. Gemía. Le tiraba los abundantes pelos de su pecho.
Gio concentrado en la faena. No se permitiría decepcionar a su maestra.
-¡Eso! ¡Ay! ¡Ay amor! ¡Ya, ya, ya! ¡Ummhh! .- Soltó un largo gemido final y Cecilia acabó.
Se tendió sobre el pecho de su joven amante y lo abrazó. Gio se giró con el cuerpo de la que ahora podía presumir que había hecho su mujer, al menos para sí, y apoyándose de las caderas de Cecilia, la miró.
-Tienes que terminar tú también, mi niño .- Habló Cecilia con voz maternal.
Gio continuó el mete y saca por la vagina de ella, quién empezó a sentir placer otra vez. Quería acabar de nuevo. Le ordenaba darle con más velocidad, Gio ya había aprendido y frenaba cada tantos y luego seguía con vigor.
Pero ya se venía. Ella lo sabía pero no lo detuvo esta vez y él empezó a darle con todo en lo último que le quedaba, Cecilia le tomó las manos y él las apretó. Se vino. Descargó todo dentro de la vagina de ella. Sintió todo el esperma entrando caliente por sus entrañas. Gio se durmió plácidamente.
A la mañana siguiente amanecieron abrazados. La lluvia ya había amainado. Los trabajadores iban a llegar en un par de horas. Un nuevo día de trabajo comenzaba.
uffff esperoon que te haya encantado el relato….